El “makiwara” es una pieza de madera de determinadas dimensiones y flexibilidad empotrada en su base y libre en la parte superior. Este último extremo se encuentra rodeado por un forro de cuero de grosor considerable o por soga de arroz. Las dimensiones del “makiwara” son tales que al golpear su parte superior el makiwara cede ante la potencia de nuestro golpe. Sabemos que a toda acción le corresponde una reacción de igual magnitud y de sentido contrario o sea, que el “makiwara” transmite a nuestro cuerpo la misma potencia pero de sentido contrario. Con cada impacto los músculos absorben potencia, los tejidos conectivos se fortalecen, las manos se acondicionan, la mente enfoca, la conexión mano-vista se afina y la generación de potencia también incrementa. Contribuye en definitiva a aumentar el “atemi” o el poder destructivo concentrado. La práctica del “makiwara” nos permite perfeccionar las ejecuciones y a lograr en el practicante un entendimiento de sus golpes. Después de una primera etapa se verá que hay poco que ganar si sólo nos enfrentamos ante un “makiwara” y simplemente le pegamos. Se mejoran los beneficios si realizamos una utilización inteligente de este equipo para mejorar nuestro rendimiento general y no solamente aumentar nuestro “atemi”.
Podemos decir que un subproducto de la práctica del “makiwara” es el “tameshiwari” o demostración de la potencia desarrollada rompiendo tablas, tejas, etc. Por medio de esta práctica puede apreciarse el grado de potencia y concentración del karateca logrado a lo largo de la práctica en general y por medio del “makiwara” en particular. Cabe destacar que el “tameshiwari” no representa objetivo alguno en la práctica de Matsubayashi-Ryu.